top of page

El hombre que hizo actuar al Chapo Guzmán

El maestro ha sido distinguido por la UNESCO como el padre del Teatro Penitenciario en México


Lo primero en que pienso cuando escucho el nombre del maestro Jorge Correa Fuentes es en sus frases. Sobre todo en dos: “no formamos actores, recuperamos hombres” y aquella en la que parafrasea a un santo: “la vida es digna de ser vivida”.

Jorge Correa es un maestro en toda la extensión de la palabra. Es alguien que observa, escucha y educa con sus actos y sus palabras.

A él no le gusta decirlo así, pero por sus manos han pasado la gran mayoría de los presos -inocentes y culpables- de este país.

Desde los que cayeron a la cárcel por un robo, homicidas como Mario Aburto; secuestradores como Daniel Arizmendi “El Mocha Orejas”, o capos de la droga como Rafael Caro Quintero y Joaquín “El Chapo” Guzmán.

A todos les dio clases de teatro en las cárceles donde están o estuvieron.

“Desde consejos de menores, centro estatales, distritales, carcelitas, carcelotas y centros federales”, dice al destacar que conoce todas las prisiones del país.

Al Chapo lo hizo actuar en una adaptación de Don Juan Tenorio en el penal de máxima seguridad de El Altiplano, de donde posteriormente se fugó.

El ex líder del cártel de Sinaloa, recuerda Correa, no tenía talento para la actuación, era parco y poco expresivo.

Además no le ayudaba su acento norteño a la hora de intentar hablar como un español. Practicaron su diálogo varias veces. Correa me contó que le insistía en el acento y en los últimos ensayos parecía que lo iba a lograr.

Sin embargo, el día en que presentaron la obra, el norteño se impuso al español y su público conformado por otros presos peligrosos y empleados del Sistema Penitenciario, soltaron la carcajada.

Anécdotas como esas tiene a montones. En uno de los talleres que dio, recuerda, los presos tenían a todo volumen canciones de Valentín Elizalde mientras lo esperaban. Al llegar les dijo bromeando: «quiten esa música infernal, está horrible, por eso lo mataron porque cantaba terrible». Entonces uno de los presos le dijo: «Profe yo mate a ese gallo». Al darse cuenta que era en serio, Correa dio por terminada la conversación.

Arturo Ríos Galeana, el asaltabancos que en su momento fue considerado el enemigo público número 1, le escribió una carta en la que le agradecía a Dios (hay que recordar que se convirtió en cristiano) haberlo conocido.

El profe Correa, originario de Salvatierra, Guanajuato, fue distinguido por la UNESCO como el padre del Teatro Penitenciario en México y ha logrado juntar a integrantes de pandillas y cárteles rivales para montar obras de teatro en tiempo récord.

“No voy predispuesto a manejar un títere, si no voy a manejar a un hombre a darle afecto, reconocimiento, cariño, a tocarlo, a humanizarlo, a sensibilizarlo y encausarlo, decirle que se equivocó y que hay maneras de que pueda recuperar las cosas perdidas”, dice al hablar sobre su trabajo.

En julio de 2018, hizo que el ciudadano ruso Aleksei Makeev, conocido como lord nazi ruso, quien está preso por homicidio tras ser atacado por varias personas que querían lincharlo, participara en una comedia sobre la conquista de América que se montó en la prisión de Cancún.

También logró que integrantes de diferentes grupos criminales, internos en el Cefereso número 12 de Guanajuato, actuaran en “Hamlet”, obra que se presentó en el Festival Internacional Cervantino de 2014.

Jorge Correa cree como pocos en la reinserción. Además de su trabajo dentro de las prisiones, realiza prevención, con niños y adolescentes. Presenta en escuelas y teatros su monólogo “Las trampas de la adicción”.

Pero su vida en la última década no se puede entender sin su esposa, Rosa Julia Leyva a quien conoció en prisión y hoy es una maestra como él. Ambos son uno.




Rosa Julia cayó en prisión cuando tenía 27 años, acababa de llegar de Guerrero a la Ciudad de México, sin saber leer ni escribir, fue víctima de un engaño y fue detenida cuando trasladaba dinero y droga.

Tras las rejas conoció a Jorge Correa.

“En ese entonces le dije que yo pensaba que él era un buzo de aguas negras porque tú ni cuenta te das cuando a Jorge Correa ya le soltaste todo, no sabes en qué momento todo lo que guardabas, no sabes en una dinámica ahí va”, cuenta.

El 20 de julio de 2005, Rosa Julia obtuvo su libertad y seis años después, tras un proceso inusual, empezó a trabajar junto a Jorge Correa en el Órgano Administrativo Desconcentrado de Prevención y Readaptación Social.

Él se encargaba del teatro y ella de la parte literaria, hasta que juntaron los talleres.

“Ahora que me encuentro a esos seres dentro de las cárceles les digo que la primera libertad que un ser humano puede tener es primero perdonarse, segundo asumir la responsabilidad de tus actos y si no eres culpable, reencontrarte”, asegura.


Desafortunadamente como siempre pasa, en su dependencia nunca han valorado su trabajo. A ambos, a quienes tengo el honor de llamar amigos, siempre mi reconocimiento y eterno cariño.


https://ortizmayen.wordpress.com/

754 visualizaciones2 comentarios

Entradas relacionadas

Ver todo
bottom of page