Es imposible, si se menciona a Alan David Sokal, reputado físico estadounidense, no referirse al artículo con el que se hizo famoso: Transgredir las fronteras: hacia una hermenéutica transformadora de la gravedad cuántica.
Sokal lo envió en 1996 a la revista Social Text para su publicación y sus editores lo acogieron con los brazos abiertos: que alguien de la rama dura de las ciencias se posicionase a favor del relativismo y utilizase la retórica conceptual que les era propia les venía a la perfección para el número que iban a editar acerca de La guerra de las ciencias, la denominación que dieron a “un segundo frente abierto por los conservadores, animado por los éxitos de sus legiones en la guerra santa de las culturas…contra los (nuevos) sospechosos habituales: rojillos, feministas y multiculturalistas” (Cit. en p. 158).
Pero tiempo después de la publicación del texto, Sokal redactó un nuevo artículo en el que contaba cómo Transgredir las fronteras, no era más que un cúmulo de sinsentidos con el que parodiaba la terminología y las teorías posmodernas. Pero no se trataba de una mera sátira: con él, más que reírse de las oscurantistas e impostadas formas expresivas de los posmodernos, Sokal pretendía denunciar hasta qué punto el modelo relativista y subjetivista que pretendían imponer resultaba social y políticamente pernicioso.
Atacar el subjetivismo
La enorme repercusión que tuvo el affaire se prolongó con el libro Imposturas intelectuales, en el que criticaba el uso inadecuado y fuera de contexto que de las ciencias exactas estaban realizando pensadores contemporáneos, pero siempre con la intención última de atacar el subjetivismo y el relativismo, así como el absurdo culto a la celebridad de estas posturas. Una intención que conforma también el núcleo de su continuación, este recomendable Más allá de las imposturas intelectuales.
En él, Sokal reconoce que la ciencia está sufriendo muchos ataques, siendo los principales los que provienen de los recortes de presupuestos y de las exigencias de directivos más preocupados por los beneficios que por hacer bien las cosas, y que, en ese contexto, los discursos de unos cuantos teóricos posmodernos podrían parecer el menor de los problemas. Sin embargo, el asunto tiene mayores dimensiones, en tanto vivimos en una época irracional y anti-intelectual, en la que la verdad, la objetividad y la razón cada vez tienen menor peso. Y para Sokal, que dice ser de izquierdas, que desde ese estrato político se esté apostando por esa clase de presupuestos le resulta particularmente intolerable.
Para Sokal, la ciencia ha de apoyarse en una visión racional del mundo, por lo que debe prestar especial atención a la metodología que emplea. Si el objetivo es alcanzar el conocimiento más preciso posible tanto acerca del mundo natural como del social, no puede obviarse que el único modo de llegar a tales resultados es potenciando el espíritu crítico: hay que verificar constantemente los resultados objetivos, hay que revisar o desechar teorías cuando sea necesario, hay que vigilar que los métodos de examen de los hechos sean lo más adecuados posible y hay que prestar especial atención a las limitaciones de los científicos, a sus condicionamientos económicos e ideológicos, etc.
Conocimiento precario
Pero todas esas salvedades, y todo el conocimiento precario que producen, no implica que, como dicen los posmodernos, sea imposible conocer la realidad o que no se pueda llegar a afirmar objetivamente de una teoría si es verdadera o falsa. Para los modelos teóricos reinantes, la verdad no es más que fruto del consenso o de los intereses de un grupo social específico, convirtiéndose la ciencia en pura subjetividad. Así, “todo se vuelve dependiente del punto de vista subjetivo de cada uno y los valores morales o los estéticos desplazan a los cognitivos a la hora de ponderar afirmaciones acerca de supuestos hechos” (p.342)
Y todo eso, dice Sokal, lo disfrazan con el uso de terminología rebuscada y pretendidamente científica, con el empleo de una erudición banal, dando como resultado enunciados llamativos, párrafos oscuros y complejos y teorías relativistas incompatibles con el simple análisis de la realidad. Y eso es pernicioso en todos los sentidos, pero también políticamente, ya que lejos de hacer mella en ese poder que dicen combatir, desarman la base de toda posible crítica.
Tales asuntos los recorre Más allá de las imposturas intelectuales a través de tres bloques, en los que se analiza el artículo publicado en Social Text (con una reproducción comentada del mismo), se defiende un modesto realismo científico y se retrata (esta es la novedad, y probablemente la parte menos lograda) las semejanzas entre las seudociencias y el posmodernismo.
Fuente:
http://www.escepticos.es/?q=node/278
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