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Universo Mental



El hombre es, por su sensibilidad y capacidad de raciocinio, el ser más maravilloso de la creación; pero también una criatura con lados ocultos, donde para llegar a la verdad se tomará diferentes caminos, dando a pie a estudios que nos ayudarán a entender el universo que conlleva cada individuo, somos seres que buscan resolver los dilemas de nuestra existencia. La mente, es un territorio de grandes descubrimientos, pero como un espacio inmensamente gigante todos los esfuerzos para llegar a ella no han sido suficientes, queremos abarcar algo realmente imposible, dando paso a ciencias dedicadas a este ámbito, buscando los problemas que podría presentar, el porqué de ciertas conductas y finalmente el tratamiento de cada comportamiento. La salud mental supone, como señala la OMS en la definición vigente, un “estado de bienestar en el cual el individuo es consciente de sus propias capacidades, puede afrontar las tensiones normales de la vida, puede trabajar de forma productiva y fructífera y es capaz de hacer una contribución a su comunidad (OMS, 2008)”. Otra manera de enfocar esta cuestión es definir la salud en relación con valores que se puedan medir; pero ¿realmente podemos identificar lo insano de lo realmente "sano"? El problema en esta interrogante es que entre los individuos hay un amplio margen de variabilidad biológica y social; lo que para algunos es normal, no tiene que serlo necesariamente para otros.

Como consecuencia y en busca de respuestas, se crean diferentes ciencias una de ellas es la Psiquiatría, la historia del conocimiento médico psiquiátrico se remonta a la antigua Grecia y al nacimiento de la ciencia médica. Durante más de dos milenios hubo médicos que observaron y trataron enfermedades mentales, y se crearon centros e instituciones para acoger a los “lunáticos” y “dementes”; pero lo cierto, como señala atinadamente Kraepelin, es que la psiquiatría no era una verdadera especialidad médica (Palomo y Jiménez 2009). Podemos decir que sólo fue un medio de control social delimitando los comportamientos contra el estado. La fundación de los primeros hospitales para locos estuvo motivada por los valores cristianos de la caridad y de la misericordia, así como por la creencia de que asistiendo a los pobres y desvalidos los ricos podían salvar su alma. Los animaba el mismo principio que regía para la asistencia hospitalaria hacia los enfermos e indigentes en general, pero en el caso de los dementes las razones de orden social prevalecieron sobre las religiosas y terapéuticas, ya que preservar la tranquilidad pública siempre estuvo por encima del aspecto médico (Tropé, 1996).

El perfil de los locos admitidos en estos primeros hospitales es eficaz para persuadir, porque si bien una parte de los internos podrían haber sido llevados por razones de salud, por ejemplo, cuando la familia solicitaba el ingreso, por mandato de las autoridades eclesiásticas o militares o procedentes de otros hospitales donde se les habría desatado la locura; otra parte correspondía claramente a grupos de conducta desviada: los que enviaba la inquisición, quienes eran remitidos desde las cárceles por haber delinquido o los que vagaban por las calles “haciendo locuras”, como causar destrozos, atentar contra sus semejantes, provocar escándalos o transgredir el orden moral (López, 1988). Entre los siglos XV y XVIII la terapéutica de la locura era tan diversa en características como las posibles causas a las que se achacaba. Así, la Iglesia recurría a los exorcismos para alejar al demonio; la medicina empírica de curanderos y hechiceros recurría a las hierbas medicinales, los sortilegios y las prácticas supersticiosas; y los médicos diplomados y boticarios recurrían a estrictas dietas, duchas de agua fría en la cabeza y a las tan temidas sanguijuelas, por mencionar algunas (González, 1994; Porter, 2003).

Entre fines del siglo XVIII y principios del XIX, en Francia, Inglaterra e Italia nacieron los primeros alienistas, quienes crearon la esperanza de que mediante una cura de aislamiento podrían reintegrar a la sociedad a aquellos desdichados frente a los cuales la medicina no había logrado más que míseros paliativos. Idearon entonces una terapéutica denominada tratamiento moral basada en una estrecha relación médico-paciente, la cual partía de la posibilidad de entablar un diálogo con el resto de razón subsistente en todo enajenado, reconducir su voluntad a partir de ciertas rutinas diarias que se creía harían innecesario el uso de la fuerza, y, desde luego, establecer un severo régimen de aislamiento al que se consideraba capaz de curar por sí mismo. El tratamiento moral sirvió para legitimar a esta naciente psiquiatría como el conocimiento experto en los trastornos mentales, y descalificar las prácticas médicas y no médicas que habían estado dirigidas a la locura durante siglos. La invención del manicomio supuso una ruptura con la tradición de asilo y custodia que mezclaba razones caritativas, médicas y de defensa social para hacer de esta institución un espacio esencialmente terapéutico dirigido por médicos y donde el confinamiento se constituyó en el factor clave de la curación, pues al aislar al enfermo del mundo exterior quedaba alejado de las personas, los hechos o las pasiones que podrían haber originado su locura (Castel, 1975; Gauchet y Swain, 1980; Swain, 1982; Shorter, 1997, Weiner, 2002).

A partir de ese momento se constituyó un saber apoyado en un código teórico (las nosologías médicas), un cuerpo de profesionales (los alienistas), un conjunto de terapéuticas (el tratamiento moral), un dispositivo institucional (el manicomio) y un estatuto de enfermo (el alienado) que le va a permitir a la medicina de la mente convertirse en la primera especialidad intrínsecamente ligada al hospital en un tiempo en que la práctica hegemónica de la medicina seguía siendo familiar y a la cabecera del enfermo (Castel, 1980; Comelles, 1992).

Conforme a la historia vista de la creación y aplicación de la psiquiatría podemos decir que sólo fue un invento del mismo estado para manejar a los individuos basados en la religión como medio facilitador de "obediencia". Conforme al paso del tiempo empezaron a desarrollar pruebas más veraces y apegados a la realidad, pero con muchos huecos de información, cayendo en un solo diagnóstico y no dando validez a algunos estudios y lo peor fue que en casos peculiarmente extraños se llegó al etiquetado de los “enfermos mentales”, no poseyendo todas las características señaladas en estudios y dejando en duda las pruebas anteriores.

La antipsiquiatría irrumpe en los años sesenta del siglo XX como crítica radical a los fundamentos de la psiquiatría, manifestación en el campo de las disciplinas de la salud mental de la profunda crisis de las ciencias, del arte, de la ideología, de los valores en suma de la sociedad en las décadas que siguieron al fin de la segunda guerra mundial (BASAGLIA, 1972). El término antipsiquiatría lo desarrolló David G. Cooper en su libro “La gramática de la vida” (The Grammar of living). Se denuncia principalmente el ejercicio del poder con violencia y represión a nivel de las instituciones destinadas a resolver las necesidades de los enfermos mentales.

La Criminología como ciencia que se encarga del estudio de las conductas y especialmente las antisociales, tiene una estrecha relación con la Psiquiatría, los fundamentos de la nueva criminología y el debate médico-legal rodeó la relación entre crimen y locura en Francia, entre 1880 y 1914 (Palomo y Jiménez, 2009). Dándole la crítica necesaria a esta especialidad se debe tomar en cuenta los factores exógenos que propician la ejecución de ciertas conductas, estos son todos aquellos que se producen fuera del individuo, los que vienen de fuera hacia adentro; Ferri los llamó telúricos, factores físicos y sociales (Manzanera, 2015); los cuales son estímulos en el medio que rodea al individuo que propician a la modificación de la conducta y personalidad de los individuos. Apoyando a la antipsiquiatría podemos decir, que, los hospitales psiquiátricos imponen un ambiente especial en el cual los significados de los comportamientos pueden ser fácilmente malinterpretados. La despersonalización, la segregación, la falta de poder, la etiquetación e incluso en algunos casos, la humillación; pueden crear un ambiente anti terapéutico para los pacientes hospitalizados. Generando una confusión de su estado real. “La enfermedad está constituida por la misma trama funcional que la adaptación normal, por lo tanto, no podemos definirla a partir de lo anormal, como lo hace la patología clásica; por el contrario, la enfermedad hace posible lo anormal y lo fundamenta: las reacciones “paradojales” y la inversión del valor positivo de la excitación del valor negativo de la reacción son efectivamente, en un sentido, fenómenos anormales “(Foucault, 1984).

No puedo decir que no existan las enfermedades mentales, ya que incurriría en un error, pero el problema radica en las investigaciones incorrectas y la mala clasificación de los trastornos ya que fácilmente se puede dar un mal diagnóstico, como seres imperfectos podemos cometer variabilidades incorrectas, pero conforme evolucione el hombre se tendrá que empezar de cero ya que todo cambia, se transforma y modifica, y sabemos que todo influye en la personalidad de cada individuo. La investigación existente arroja un cierto consenso respecto a la presencia de muchos componentes importantes del comportamiento y su manifestación debido a una notable influencia del medio que los rodea. En esta línea, Tous (Tous,1990) resalta el papel biológico del temperamento a la hora de explicar la significación funcional de las diferencias individuales. Considera que existen diversas formas de clasificar las diferencias individuales:

a. Productiva: algunos individuos son expertos y otros no.

b. Clínica: algunos individuos están enfermos.

c. Social: algunos individuos son diferentes de la mayoría.

El sistema nervioso central está constituido por centros neuronales y vías nerviosas. Las vías conectan los centros neuronales entre sí y los centros neuronales con los receptores y los efectores. Existen cientos de miles de millones de neuronas, estableciendo decenas de miles de sinapsis cada una. La mente sería una propiedad que emerge de esta enorme cantidad de neuronas conectadas de manera muy compleja y múltiple. La enfermedad mental es una condición o estado de la persona que se origina y se expresa no solamente en un cambio de su actividad psíquica (cerebral en último término), sino también en un cambio de su conducta, de sus relaciones con los demás y viceversa y de su capacidad para crear cultura. Alteraciones de la persona en este sentido suceden en todos nosotros y resultan del hecho de que el hombre se está haciendo continuamente en interacción con su medio y consigo mismo y constituyen la materia de la psiquiatría. Lo psíquico o mental como expresión de lo cerebral constituye el puente o el lugar común donde neurociencias y psiquiatría se entrelazan. Toda conducta del hombre, normal o patológica, es el resultado de la actividad del sistema nervioso. El cerebro, por tanto, es el órgano de la conducta. La neuroanatomía funcional estudia las estructuras cerebrales y su relación con lo que sabemos acerca de la conducta (Palomo y Jiménez 2009). Aún estamos lejos de saber exactamente qué parte de nuestro cerebro es el responsable para cada tipo de conducta y el cómo se puede intervenir en ellas.

El cerebro es un universo exageradamente inmenso a comparación de los intentos hechos por el ser humano para poder entenderlo, pero no existe lo desconocido sólo los lugares que aún no han sido explorados. Se necesita más intervención en este ámbito. Como Cooper dice “la evaluación de los resultados del tratamiento psiquiátrico presenta grandes problemas teóricos y metodológicos” (Cooper, 1967).

La antipsiquiatría es un postulado que nos lleva a analizar más allá de lo establecido, nos invita a abrir paso a nuevas investigaciones y análisis de las formas de pensamiento, no quedarnos como ciencias científicas en un solo concepto, es ir a la verdadera etimología de las conductas.

Las enfermedades mentales, son un factor endógeno en las conductas antisociales, como estipula la Criminología, para cada personalidad se tuvo que forjar elementos en el individuo, factores exógenos y endógenos. Como centro de la conducta tenemos al gran espacio de la mente, en ella se encuentran diferentes tipos de características que contribuyen a la comisión de delitos. Aún tenemos mucho campo por cubrir, para dar la explicación correcta de ciertas conductas. Por naturaleza el ser humano tiene instintos reprimidos como parte de su naturaleza, conforme se va desarrollando dentro de una sociedad se adapta al rango de convivencia. Pero como lo hemos mencionado anteriormente, lo sano e insano queda en criterio individual. Cada individuo es un universo mental. El hombre se formará dentro de una sociedad y conforme a las circunstancias se revelará.

Referencias:

* BASAGLIA F., La institución negada, Barral, Barcelona, 1972.

* Castel, 1980:13-26; El orden psiquiátrico. La edad de oro del alienismo, Madrid, Las Ediciones de La Piqueta.

* Castel, Robert 1975 “El tratamiento moral. Terapéutica mental y control social en el siglo XIX”, en García, Ricardo (coord.), Psiquiatría, antipsiquiatría y orden manicomial. Barcelona, Barral Editores, pp. 71-96.

* Comelles, “De médicos de locos a médicos de cuerpos. La transición del manicomio al gabinete en la psiquiatría de anteguerra (1890-1939)”, en Asclepio, vol. 44, núm. 1, pp. 348-352.

* David Cooper. (1967). PSYCHIATRY AND ANTI-PSYCHIATRY. TAVISTOCK PUBLICATIONS LTD. Londres: LOCUS HYPOCAMPUS

* Gauchet, Marcel y Gladys Swain 1980 La pratique de l’esprit humain. L’institution asilaire et la révolution démocratique, París, Gallimard. Pp. 68-100.

* González Duro, Enrique 1994 Historia de la locura en España. Siglos XIII al XVII, Madrid, Ediciones Temas de Hoy, pp. 79-133.

* López Alonso, Carmen 1988 Locura y sociedad en Sevilla. Historia del Hospital de los Inocentes (50-70), Sevilla, Diputación Provincial.

* Luis Rodríguez Manzanera. (2015). CRIMINOLOGÍA. México, DF: PORRÚA.

* Michel Foucault. (1984). Enfermedad mental y personalidad. París, Francia: PAIDÓS.).

* OMS, 2008.

* Porter, Roy 2003 Breve historia de la locura, Madrid, Turner / fce. Pp. 21-66).

* Shorter, Edward 1997 A History of Psychiatry. From the Era of the Asylum to the Age of Prozac, Nueva York, John Wiley & Sons. Pp. 8-16.

* Swain, Gladys 1982 “Une logique de l’inclusion: les infirmes du signe”, Esprit. Changer la culture et la politique, núm. 5, 1982, pp. 61-74.

* Tomás Palomo y Miguel Ángel Jiménez-Arriero. 2009. Historia de la Psiquiatría. En Manual de Psiquiatría (pág. 27). Madrid: Gráficas Marte, S.A.

* Tomás Palomo Miguel Ángel Jiménez-Arriero. 2009. Psiquiatría. En Manual de Psiquiatría (pág. 30).

* Tomás Palomo Miguel Ángel Jiménez-Arriero. 2009. Psiquiatría. En Manual de Psiquiatría (pág. 73).

* Tous JM. Estructura de la personalidad y temperamento. An Psicol Jur 1990; 46: 5-16.

* Tropé, Hélène 1996 “Poder real, locura y sociedad: la concepción de los locos en los privilegios fundacionales otorgados al Hospital de Inocentes de Valencia por los monarcas aragoneses (1409-1427)”, en XV Congreso de Historia de la Corona de Aragón. Actas Tomo I. El poder real en la Corona de Aragón (siglos XIV-XVI), Zaragoza, Diputación General de Aragón, Departamento de Educación y Cultura, pp. 307-318.

* Weiner, Dora B. 2002 Comprender y curar. Philippe Pinel (1745-1826). La medicina de la mente, México, fce.

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