La sociedad siempre se encuentra en un cambio constante, pues es innato en el ser humano la adaptación al medio donde se desenvuelve, esto, con la finalidad de cumplir con sus necesidades para sobrevivir.
Ahora bien, se habla de una evolución progresiva, pero tal parece que en la actualidad esto se está estacando y como sociedad hay un retroceso bastante preocupante principalmente en cuestiones de justicia. Sí, es muy cierto que dicha palabra es bastante subjetiva, debido a que interviene mucho la perspectiva de cada persona, pero en un aspecto general se refiere a dar a cada uno lo que le corresponde. Dentro de dicho retroceso me refiero a la práctica de los “linchamientos” donde se ejecuta a un sospechoso o reo (o más) sin un proceso legal previo, por parte de una multitud, habitualmente precedida de un arresto ciudadano, y que parece que cada vez es mayor su aplicación.
Las personas que llegan a optar por este medio tienen la idea de que un linchamiento equivale a hacer justicia por su propia mano, esto con el objetivo de “castigar” a aquellos delincuentes que alteran el orden social, esto en vista de diversos motivos entre los cuales destacan:
Que los procesos judiciales nunca se llevan a cabo en forma ágil.
El temor a denunciar, ya que algunas ocasiones por falta de pruebas, muchos delitos se quedan impunes.
La falta de eficacia de la policía, careciendo así de un Estado de Derecho.
La rabia acumulada y la falta de sanción a los delincuentes mantienen relación de causa-efecto.
Más que nada, los linchamientos son ante todo una forma de señalar que los límites han sido superados y es necesario restablecerlos, ya que son una expresión de la ruptura de los códigos morales que vinculan a sociedad y autoridad, surgiendo así una anomia.
Por tal motivo, la incompetencia de autoridad es la causa más profunda de explicación del origen de la violencia y en particular de los linchamientos. Esta incompetencia de autoridad se ve expresada en el crecimiento de la delincuencia sin castigo o con castigo insuficiente o bien en el resultado de la corrupción y/o negligencia por parte de Jueces, Ministerio Público o cuerpos policíacos, surgiendo así un rechazo colectivo. Aumentando así el desgaste de la confianza de los ciudadanos hacia la autoridad policíaca y administrativa.
La violencia colectiva es de carácter reactivo, al mismo tiempo que restitutivo, debido a que se propone la restitución de la autoridad, lo cual se podría resolver con la recuperación de la credibilidad de la autoridad por parte de los ciudadanos, la aplicación recta de la justicia y el cumplimiento estricto de la función pública.
Bien, ya retomamos el tema de los linchamientos desde un aspecto jurídico así que es tiempo de entrar a un enfoque criminológico donde cabe destacar lo siguiente.
De cierta forma se podría llegar a considerar a esa forma de respuesta como parte de acciones de la población para prevenir y reducir la criminalidad y también como una oportunidad para buscar otros medios de protección ciudadana. Pero esto no es así ya que si esta práctica continúa de esta manera se llegará a un punto donde será peor el remedio que la enfermedad.
El castigar la práctica de un linchamiento es bastante complicado, debido a que además de que las penas son bastante diluidas en comparación con las que recibiría el autor de un homicidio simple o doloso, existe un mutuo encubrimiento entre todos los participantes, surgiendo así una desindividualización, la cual consiste en la sensación de que la identidad personal se ha perdido, uniéndose a la de la multitud. Lo cual es un tema bastante importante de retomar debido a que en este caso convierte a la gente en seres más volubles, menos racionales y más violentos. Esto en base a que las multitudes promueven el anonimato y producen en la gente la sensación de que están en un contexto diferente, donde las normas de conducta han cambiado, por lo tanto, la persona “anónima”, sea por ir encapuchada o por estar perdida en una multitud, tiene menos probabilidades de ser identificada, detenida o castigada, creando en él un sentido de protección y fomentando así la falta de castigo.
Entonces estamos frente a un nuevo problema: la impunidad de estos grupos "linchadores".
Habría que preguntarse por qué estas personas optan por un papel de víctimas frente a las agresiones y ante la ausencia de la protección que debe garantizar el Estado, si sus respuestas ante dicha problemática son violentas, realmente estas acciones tienen "justificación" al sentirse los ciudadanos en un estado indefenso o solo es una visión deformada de la realidad, donde ahora el riesgo que se percibe es mayor que la amenaza real. En este sentido ¿las acciones de la población ayudan a prevenir y a evitar la violencia? o más bien ayudan a profundizarla y a deteriorar aún más la convivencia social.
Es evidente que estos actos son expresiones de la tensión acumulada al igual que de la desesperación y frustración, pero también es cierto que representan riesgos adicionales a la delincuencia. Pues no hay que suavizar el carácter violento de esta práctica.
Los linchamientos tienen sus orígenes dentro de los usos y costumbres indígenas practicados en tiempos pasados. Y tal parece que el proceso de modernización fue incompleto dentro de nuestra sociedad, pues aun en nuestros días las personas llegan a optar por esta práctica de “hacer justicia por su propia mano” en lugar de recurrir a medios más racionales y adecuados. Sí, es verdad que el sistema de justicia tiene muchas deficiencias, pero actuando bajo la práctica de los linchamientos tampoco es un buen medio de resolución o disminución de la violencia y/o delincuencia, sino todo lo contrario. Es por ello que hay que poner énfasis en este tema, ya que ha sido muy poco el interés que se le ha brindado a pesar de ser una práctica bastante relevante en cuanto a la criminología, pues es un acto que sin duda daña a nuestra sociedad.
Para finalizar como diría el abogado, juez y político argentino Ricardo Rodolfo Gil Lavedra:
“La justicia por mano propia no es justicia, es venganza. Significa un retroceso de siglos”.
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