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¿Por qué las Instituciones de Seguridad en México están rebasadas por la delincuencia?




Mtra. D. Daniela Gutierrez Cruz


Un factor por considerar en el análisis de la delincuencia en México es el tema de las policías, dado que la estructura y operación de éstas, puede incidir en el aumento y evolución de las conductas criminales, así como en las características de las personas que las ejecutan. Pero ¿cómo es que las instituciones que deberían combatir y prevenir la delincuencia, están rebasadas y pueden incluso incurrir en lo opuesto?

Para responder esta pregunta hay que comenzar en el origen, en la manera que se conforman los cuerpos policiales.

Se sabe que, para convertirse en policía en México, es necesario aprobar una serie de exámenes y evaluaciones, capacitaciones y cursos, así tomando como referencia a un Policía a nivel federal (que es donde supuestamente hay un mayor nivel de exigencia y mejores filtros de ingreso), se tiene que para completar el proceso de contratación del personal (en este caso operativo), hay una evaluación médica, donde el candidato deberá demostrar estar clínicamente sano, es decir, sin enfermedades crónico-degenerativas que impidan su movilidad, así como ausencia de padecimientos psiquiátricos, que pongan en riesgo su integridad o la de terceros. Igualmente, por medio de un análisis toxicológico se descarta que el aspirante sea consumidor se sustancias ilícitas.

Otra área de examinación es la psicológica, en la cual, mediante la aplicación de una batería de pruebas psicométricas (que contiene las importantísimas y concluyentes pruebas proyectivas), así como una entrevista profunda, se determina si el candidato es apto para el puesto, que eso de aptitud es un decir, ya que los únicos motivos para un resultado negativo en esta área son el denominado daño cerebral orgánico, un trastorno psiquiátrico diagnosticado que curse sin tratamiento, o bien, que en el momento de la entrevista, el psicólogo descubra que el aspirante ha incurrido en actividades ilícitas, lo que se corroborará en la temida prueba poligráfica, que es el área que cuenta con los criterios para rechazar a una persona por estos motivos; dentro de esta evaluación poligráfica, altamente cuestionada (y con razón), se realiza una entrevista profunda para obtener información relevante del sujeto evaluado, como su entorno social, posibles vínculos con personas involucradas en delitos, hábitos de consumo, relaciones familiares, antecedentes criminales, historia laboral, entre otros temas de los que posteriormente se hará un cuestionario, para corroborar con el instrumento poligráfico la veracidad o falsedad de la información proporcionada. ¿Por qué tiene razón de ser cuestionada esta prueba? Más allá de su constitucionalidad, el proceso en sí deja espacio a resultados fallidos, ya que las mediciones del polígrafo pueden ser manipuladas, tanto por el evaluador como por el evaluado, desde una inadecuada formulación de preguntas que arrojen reacciones exageradas o nulas, ruidos ambientales provocados, una mala colocación de los aditamentos poligráficos, falta de concentración del evaluado, hasta una puntuación sesgada de los gráficos obtenidos, ya sea por prejuicios a favor o en contra del evaluado o incluso del evaluador, por parte del supervisor en turno. El valor real de esta prueba entonces radica en la calidad de información obtenida por el poligrafista, misma que no siempre se consigue.

La última área de evaluación es la del entorno socioeconómico, donde se investigan aspectos como el lugar de residencia del aspirante, su círculo familiar y social, su economía, historial y hábitos crediticios, propiedades, modo de obtención, posibles antecedentes criminales por búsqueda de huellas dactilares registradas, trayectoria escolar y laboral, etc.

Una vez que se ha emitido un reporte y resultado parcial por áreas, estos se derivan a un área integrativa, donde se analiza la información y se establece el resultado final que será aprobado, no aprobado, aprobado con observaciones o con restricciones; sin embargo, después de pasar por este largo y cansado proceso, que lleva mínimo dos días completos de la vida de los aspirantes, los resultados pueden ser cuestionables, es donde cabe la pregunta de si estas evaluaciones que implican tanto tiempo y recursos, son realmente útiles, ya que hay otros factores que determinan los resultados finales de este proceso, esto es, hay una gran carga de trabajo, que termina por solucionarse a destajo, donde importan más los números y estadísticas de productividad, completar una plantilla o admitir a alguna persona recomendada por los mandos en turno, que los datos reales.

Por otro lado, hay que analizar los perfiles de puesto con los que se trabaja, mismos que se elaboran en lo teórico y muchas veces no concuerdan en lo práctico, lo cual nos lleva al siguiente dilema, ¿qué funcionará mejor, un policía líder, determinado, con arrojo, capacidad para tomar decisiones y responder bajo presión, o una persona que siga órdenes y nada más, carente de iniciativa, de sentido común y con un coeficiente intelectual limítrofe? El primero puede ser peligroso se dirá, porque es impulsivo y puede hacer un uso inadecuado de su arma o de su autoridad, pero en el segundo caso, alguien que “se congela” en una situación de crisis y es incapaz de actuar sin guía, puede también resultar de riesgo, todo depende de las circunstancias que les toque enfrentar, y dado que una vez dentro, los perfiles no importan, sino que el personal se despliega conforme a las necesidades del servicio, pueden llegar directo a una zona roja a enfrentar a la delincuencia organizada o pueden caer en enlace administrativo y estar como reserva para raras eventualidades. Entonces, de entrada ¿se tiene al personal adecuado para el puesto?

Si seguimos con el proceso y eventualmente se completan los puestos requeridos, se les brinda una capacitación general para sus funciones en academia, con periodos variables que pueden ir de seis meses a un año, donde se les instruye someramente en temas como cultura de la legalidad, uso de la fuerza policial, manejo de armas de fuego, acondicionamiento físico, se aprenden reglamentos y protocolos de actuación, etcétera. Llegamos así a la actuación policial en campo, pero ¿cómo se vive el trabajo policial? ¿qué es lo que un policía enfrenta día a día?

Para empezar, una vez admitido, que no contratado porque no hay un contrato como tal, hay que esperar tres meses para percibir el salario, que estará conformado por un sueldo base, un bono de riesgo, bono por jerarquía y la tan codiciada operatividad, para elementos operativos desplegados. Todos los cálculos a futuro como pensión y prestaciones se toman con el sueldo base, que es el menor de los montos en el talón de pago, se sobrevive con el bono por jerarquía (donde se consideran los grados o rangos del personal) y el bono de riesgo que es otro tanto, pero lo que utiliza el policía promedio para establecerse, hacerse de propiedades y darse uno que otro lujo, es la operatividad, que equivale aproximadamente a los tres conceptos anteriores juntos, por ello aceptan con gusto ser desplegados, incluso a lugares de alto riesgo, pero ¿cómo sobrevive el personal que aún no percibe ingresos?, ¿qué hace el policía con familia que tiene que pagar renta, escuela de sus hijos, gastos del hogar y adeudos, cuando es desplegado por meses fuera de su lugar de residencia? Peor aún, cuando no se les deposita anticipadamente la dichosa operatividad, o los viáticos que a veces se liberan y a veces no, pues hay que echar mano de ahorros si se tienen, o pedir préstamos para cubrir estos gastos y los generados en el lugar de despliegue, y esperar a que la institución deposite.

Otro problema es el mismo destino a donde se envían los operativos, anteriormente se hospedaba al personal en hoteles, de buena categoría incluso, pero con frecuencia hacinados, principalmente los niveles jerárquicos menores; con el tiempo y políticas de austeridad, se optó por pedir “apoyo” a los colegios o academias de policía locales para “acomodar” a los operativos, instalaciones que constantemente carecen de las condiciones necesarias para acoger a estos grupos de trabajo, entonces se tiene al personal con un sinfín de incomodidades, durmiendo en el piso, sin privacidad, ya que se comparten pequeños espacios físicos entre muchos, falta de descanso y de adecuada alimentación, pues con suerte tendrán el menú que se ofrece en la academia -si el comedor aún está en funcionamiento-, en estas circunstancias el personal deberá cumplir con su función, que dependiendo el caso, será de vigilancia en el lugar, apoyo en operativos a las policías locales, al Ejército Mexicano u otras corporaciones, momentos en que pueden ser blanco de amenazas o ataques directos por parte de la delincuencia, reciben invitaciones a colaborar o amables sugerencias de omitir sus funciones a cambio de algún beneficio, con el conocido “plata o plomo”; en este punto es donde resulta relevante el perfil de personalidad del policía, sus valores, principios y el respaldo de su institución, pues todo esto determinará su forma de actuar.

¿Qué es lo que pasa? Pues que a veces, el policía toma el camino fácil, porque su escala de valores es endeble, sus características de personalidad no le permiten imponerse, o está más identificado con la delincuencia y busca su beneficio, pero mayormente el factor determinante es que tiene compromisos económicos que cubrir, aunado a que la institución a la que pertenece no respalda al elemento que quiere cumplir con su deber y se enfrenta a la delincuencia, así, en su afán de evitar bajas o conflictos mayores, se recomienda “no jugarle al héroe”, porque si hay un enfrentamiento y algún policía resulta herido o fallece, los trámites administrativos para los familiares son engorrosos, muchas veces no se les informa de los seguros de vida con los que cuenta el elemento y llegar a cobrarlos es un verdadero calvario, por lo que la familia queda desamparada.

En otros casos, si todo sale bien y no le toca enfrentar de primera instancia una situación extrema, el policía debe ser capaz de mantenerse en su trabajo y sobrellevar las condiciones que se le presenten, así como aprobar sus evaluaciones de permanencia en la institución, donde se observa como el mismo trabajo policial transforma a los individuos, regularmente deteriorando su salud física y mental, con casos de obesidad, hipertensión arterial, depresión, ansiedad, estrés postraumático, que regularmente no se tratan ni se les da seguimiento, así como reactividad extrema, o aletargamiento, dependiendo el caso, también se observa un incremento es sus compromisos crediticios, y frecuentemente conflictos matrimoniales.

Si bien lo anteriormente expuesto no justifica el actuar de los elementos policiales, si ayuda a comprender sus motivaciones, y muestra que las corporaciones policiales tienen fallas desde su estructura, el manejo de recursos y operación, lo que deriva en que el policía pueda estar aportando más a la delincuencia que a su combate y prevención (como el conocido caso del grupo delictivo “los zetas”, que utilizaron su entrenamiento policial y militar especializado para fines ilícitos), esto junto con las características de la sociedad mexicana actual, explica por qué la policía se ve superada por la delincuencia, en aspectos como la organización, el armamento y la estrategia.

¿Cuál será el camino por seguir? Políticas públicas van y vienen, en detrimento de los cuerpos policiales, es un problema complejo que no se resuelve con buenos deseos y que requeriría la concientización, el esfuerzo y dedicación de la sociedad, la autoridad y poderes de la nación para conseguir resultados y un cambio de raíz. Hacen falta profesionales capacitados, conscientes, involucrados con la sociedad y con voluntad de cambio en cargos con toma de decisiones, que se enfoquen en el bien común y no solo el beneficio personal, desafortunadamente, esto dista de cumplirse en los próximos años.

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